miércoles, 11 de agosto de 2010

Del crecimiento y las labores.

Estoy a punto de volver a la escuela, en muchos sentidos es un momento lleno de cambios: el último año de la carrera, la permanencia en el servicio de prácticas durante un periodo de tiempo considerablemente largo y con múltiples responsabilidades nuevas.
Hace bastante tiempo que no sentía tan vertiginosa la corriente de cambios, ni siquiera cuando entré al primer semestre en la Normal.

El último año de la carrera estará aderezado con muchos y tremendos cambios emocionales que cociné durante todo el verano...incluso, desde un poco antes. Es quizá esa la razón por la que miro todo un poco más grande de lo que es, miro todo un poco más estrepitoso de lo que es.

No voy a hablar aquí de corazones rotos y lágrimas frías y solitarias. Que todo lo que ya he dicho sobre el tema les sirva de preludio para permitirme el atrevimiento de hablar de mi propio crecimiento.

Es curioso pero yo para crecer, primero tuve que romperme. Me hice agua y mis corrientes fluyeron a su gusto y mi disgusto. Me hice arena y el más mínimo suspiro esparcía mi delicada corporeidad por todos los rumbos.
Y si....en efecto, me rompí después de haberme caído.
Que cruel eso de que en la vida tengamos que aprender a base de golpes extremadamente duros; esa situación me hace dudar de la capacidad de raciocinio del ser humano....sin un efecto grande, devastador y que deje pruebas...nada más no aprende....y no crece.

Pero bueno, ¿en qué estábamos? ¡oh! cierto. Pues sí....yo me caí igual que tantos y tantos incautos en éste mundo, el problema -y bastante grave por cierto- es que no me rompí en el momento, si no poco a poco. Como cáncer con metástasis me fui rompiendo un poco cada día; no voy a cometer la barbaridad de comparar ambos dolores por que los seres humanos tenemos cierta fijación a considerar los dolores físicos como temibles e inequiparables.
Pero dolía...vaya que dolía...con vómitos y toda la cosa.
Siempre pensaba (positivamente por supuesto) que ya no podía romperme más y de pronto...un trozo de mi cara, mis rodillas, mis manos o mi pecho caía y se reía de mí.
Fue terrible. El episodio más triste de mi vida. Algunas fibras cardiovasculares todavía se sacuden cuando lo escribo.

Después de un tiempo razonable, me tomé la paciencia de sentarme a la mesa en mi silla favorita, puse buena música y me serví una generosa taza de café con leche; en varias cajas de madera puse etiquetas autoadheribles: "cara" "pecho" "rodillas" en fin... y una por una fui acomodando las piezas en la caja correspondiente.
Hecho ésto, caja por caja, vacié las piezas sobre la mesa y comencé a darles forma. Hubo faltantes, hubo piezas con quebraduras y pedacitos desaparecidos....hubo la necesidad de crear piezas nuevas y resanar las dañadas.
En más de una ocasión tuve que llamar pidiendo ayuda y afortunadamente, también hubo más de una mano solidaria. Hubo momentos de desesperación en los que abandonaba mi labor y temí desertar de ella, hubo incluso, días en los que deshacía lo que ya había construido.
Pero también hubo días en los que me sentía muy valiente -cada vez un poco más- y armaba de una sola sentada un gran conjunto de piezas...había amigos, había momentos, había helado de limón...

Es increíblemente difícil eso de andar armándose a uno mismo pretendiendo seguir con los quehaceres cotidianos y las charlas diarias....pero no es imposible....


2 comentarios:

тαηια.cronopio dijo...

Eres una mujer muy fuerte y valiente, te admiro y te amo.

Unknown dijo...

mujer, lograste alentar a una de mis lágrimas a que saliera... me identifiqué bastante, de nuevo, digno de citarse!