sábado, 24 de octubre de 2009

Escuché decir

Escuché decir una vez que las personas, escribimos y redactamos en la forma en la que hablamos...después de mucho pensarlo, concluí que esa es una quimera.
Tomé mi caso y lo puse bajo la lupa:
Yo no paro de hablar nunca, el silencio en mí, es signo de furia o de tristeza; dado pues, mis ideas habladas suelen perder los lazos que las conectan a sus hermanas que vienen en los vagones contiguos del enorme ferrocarril que es mi verborrea.
Afortunadamente, tengo la ventaja de poder desandar el camino, permitiéndome volver sobre mis palabras, y respirando profundo, intentar explicar mis necias ideas que erraron el camino.
Haciendo gestos, me ahorro cincuenta palabras, y con un término -mal empleado- de mi jerga particular le brindo a mi paciente escucha toda una serie de imágenes que solo él y el contexto le dan significado...
Hablando se simplifican y se ejemplifican las situaciones, adivinando los pensamientos deshatados en las personas que nos escuchan; se improvisa y se realizan ajustes como si anduviéramos en bicicleta paseando por una calle sin pavimentar: sorteando las dificultades pero sin eliminar su presencia.
Escribiendo, no me puedo permitir eso, escribiendo me tardo cien horas socavando los posibles baches en ésta, mi propia avenida.
Escribiendo, pongo en las manos del que me lee, toda mi confianza, imaginando que comprende cada letra y escudriña entre líneas.
Escribir me exige un orden estricto y meticuloso -muy propio- que tenga como fin último, evitar las confusiones y divagaciones al máximo posible.
Cuando escribo, quedo al descubierto por completo.
Escribir es una batalla frente al papel en blanco que siempre termino por perder pero que también disfruto inmesurablemente...
Pienso, y luego escribo...pero a veces hablo y luego pienso... Ustedes procuren hablar y escribir después de pensar para que vengan a cerrarme la boca...