miércoles, 28 de abril de 2010

Vayamos al carajo

Y ahí tienen que estaba yo sentada en la última sillita de la sala de espera de la estación de trenes con mi boleto en la mano y mi maleta en el piso.
"Llevo todo lo necesario" me dije a mi misma revisando con la memoria (que sobra decirlo, es perfecta y odiosamente excelente) todo lo que había introducido en la pequeña maleta morada.

-"última llamada para los pasajeros del tren número 574 con destino El Carajo"-

Tomé aire, tomé agua e intenté tomar cordura así que abrí la maleta buscando un poco pero...oh conmoción...el mundo se sacudió con la noticia de que no traía cordura por ningún lado. Desesperada abrí y reabrí todos los compartimentos de la maleta encontrando de todo menos cordura.
Me dejé caer en la sillita e intenté pensar que de todos modos, en El Carajo, seguramente terminaría por perderla toda aunque llevara reservas para todo el año.
Así que...ni hablar, me introduje en el tren justo a tiempo para que su pitido chirriante me destapara los tímpanos y echara mal humor sobre mi falta de cordura.

Ya imaginarán la escandalera que traje en los oídos durante -al menos- media hora. Media hora durante la cual, sobra decirlo, no pude pensar en nada.

Muchos pasajeros empezaron a descender en pequeñas estaciones que se encontraban en mitad de la nada y que yo veía muy pintorescas para ser El Carajo.

-¿no se supone que es éste un viaje sin escalas señorita?- le pregunté a uná mujer diminuta que se paseaba por entre los vagones repartiendo sandwichitos, leche y anfetaminas. La muy odiosa a mí no me ofreció ni un pañuelo de papel, pero eso que importa, de todos modos, no lo necesitaba y de hecho, tampoco lo quería, dado pues, ni siquiera lo hubiera aceptado.
-¿cómo dice?-
-que si no se supone que es éste un viaje sin escalas-
-sí, si lo es, no nos hemos detenido en ninguna estación-
-claro que lo hemos hecho, yo he pasado todo el tiempo mirando por la ventanilla y he visto como una buena cantidad de pasajeros descienden del tren con sus maletas en la mano-
-ah sí, bueno, lo que sucede es que ellos, ya llegaron al Carajo-
-¿cómo que ya llegaron?-
-sí señorita, ellos ya llegaron al Carajo y por eso descendieron del tren-

Miré a la mujer con ojos encolerizados y faltos (ja!) de completa cordura. Yo me iba a quedar en el tren hasta que llegaramos al Carajo y una vez ahí, iba a investigar que diantres quiso decir.
Muchos bajaron pero nadie subió y poco a poco el tren se fué vaciando. Me dió miedo quedarme sola en un tren que iba nada más y nada menos que al mismísimo Carajo.
Decidí volver a hablarle a la envidiosa mujer que seguía paseandose con su carrito oloroso y que cada tanto pasaba por mi lado.

-disculpe, ¿falta mucho para llegar al Carajo?-
-no sabría decirle señorita, ¿es la primera vez que viaja?-
-¿que viajo?, no, no es la primera vez, ya he viajado antes, pero nunca al Carajo y ya me cansé, por que además sigo viendo que mucha gente baja y el tren se está quedando vacío-
-sí, la mayoría de los pasajeros ya llegaron al Carajo-
-eso no es posible, si ellos ya hubieran llegado, yo también ya me hubiera tenido que bajar del tren-
-y entonces, ¿por qué cree usted que se bajaron?-
-por que se acobardaron-
-¿a usted no le da miedo llegar al Carajo?-
-pues...un poco, ya no mucho como cuando recién llegué a la estación, ¿debería tener miedo?-
-no, no hay por que tener miedo, ¿quiere un poco de leche?-
-no, gracias, intentaré dormir-

Dormí mal y poco, y cuando abrí los ojos solo se escuchaba el traqueteo del tren por encima de las vías. Ningún cuchicheo, ningún sollozo, ninguna tocecilla enfadosa, ni siquiera se escuchaban las llantas del carrito repartidor ni los tacones de su conductora.

Prendí la lámpara de mi camarote e intenté leer pero mi falta de cordura para esas horas ya estaba rayando en la desesperación. Cerré mi libro de un golpe provocando que de entre las páginas saliera disparado mi boleto. Lo levanté y me dispuse -por primera vez desde que cayó en mis manos- a leerlo.
Venían escritos con letra de molde mis datos personales:
nombre completo: Paulina VL
edad: 21 años
nacionalidad: mexicana
tipo sanguíneo: Rh O negativo
motivo para viajar al Carajo *nota: ésta información es de suma importancia*
No leí mis motivos para viajar al Carajo pero imaginé que no eran muy honrosos.
En la parte posterior del boleto vanían algunas cláusulas a conocer para "hacer del viaje una experiencia en lo sumo, lo menos traumática posible para el pasajero"

Y ahi tienen que me quedé con ojos de plato al leer la primera cláusula:
1.-Éste es un viaje sin escalas
Pero las cosas se pusieron peor...
2.-Nadie podrá ver cuando usted descienda del tren y nadie estará esperándolo en la estación
Esa cláusula me ponía en una situación un tanto incómoda dado que yo había visto descender a muchos pasajeros, había pues, violado una regla, y como dijera mi mamá, la ignorancia no me absuelve de mis culpas.
Seguí leyendo...
3.-la Señorita del carrito-desayunador se acercará a usted y le ofrecerá con exactitud lo que necesite.
¿carrito-desayunador?, ya llevaba yo ahí, fácil 12 horas, así que desayunador-comedor-merendador hubiera quedado mucho mejor.
4.-El viaje al Carajo es único en su clase y dura el tiempo necesario. Ni un minuto más, ni un minuto menos.

Eso era demasiado para mí. Eso me hacía pensar que cada uno de los que nos subimos a ese tren teníamos nuestro Carajo particular y que a eso se refería la señorita envidiosa cuando me dijo "ellos ya llegaron".
Y bueno...la pregunta de los 50 mil millones viene siendo...¿por qué yo no he llegado?, ¿es que acaso la duración del viaje se corresponde con los motivos para viajar?, ¿entre menos honrosos son éstos, más tiempo dura el viaje?

O peor aún, estábamos en efecto, transitando por el Carajo, que tenía una especie de niveles carajosos y entre más tiempo pasabas en el tren más horrible era el nivel carajoso al que llegarías. Tenía que bajarme, tenía que bajarme pero ya.
Y como en una película de terror barato, no encontré ninguna puerta, ningún interfon, ni siquiera encontré la forma de abrir ninguna ventana.
La falta de cordura me impidió llorar (que es lo más cuerdo que se me hubiera ocurrido en una situación como aquella) y en pleno desuso de mis facultades mentales decidí dejarme caer en el piso y hacerme un ovillo esperando que aquello se detuviera y conociera yo lo horrible de mi propio Carajo...

domingo, 18 de abril de 2010

Domingo de tianguis

Hoy fué Domingo de tianguis y me ví obligada a caminar bajo lonas de colores demasiado vivos como para soportarlos sin fruncir el ceño.
No sé si era yo, pero me dió la impresión de que toda la gente había recibido una dosis desmedida de loratadina; andaban como zombies, chocando unos contra otros y todos contra mí; su paso era lento y mostraban muy poca dirección y escasa conciencia del espacio y la temporalidad.


Ví cualquier cantidad de gente con todos los rasgos faciales que puedan imaginarse, y estoy prácticamente segura de que me encontré muchos que ni siquiera pueden imaginar. Me perturbé descubriendo que todo aquellos rostros compartían algo de lo cual yo carecía.
Todos ellos, además de tener el azul del estupor ocasionado por la loratadina y el blanco de la anestesia neuronal, tenían un brillo que iba del rojo al amarillo pasando por el naranja.


Todos ellos eran felices en diferentes grados ¿y yo?, pues...¿para qué les miento?, había amanecido con humor de anacoreta cuando se encuentra de vacaciones navideñas con toda la familia reunida.
Una descripción detallada de mí, ciertamente hubiera considerado el calificativo "feliz" como última opción.

Y los odié, los odié ipso facto, solo me hizo falta verles la cara a cada uno para que mi estómago se convirtiera en una licuadora de jugos gástricos; incluso los colores de los globos y los sabores de los esquimos se convirtieron en un defecto contundente.
Balbuceé entre otras cosas una gran serie de groseras sentencias y de esa forma volví a casa, con una enorme úlcera gástrica cocinándose debajo de mi blusa...

"con los pelos de punta como un súper sayan señalo con el dedo al cielo clamando venganza, quizá debieran detenerme por que pienso cometer un crimen antes de marcharme"

domingo, 11 de abril de 2010

Desgracia semejante

Me acordé de mí cuando, antaño, quise convertirme en jedi, también me acordé de mí cuando escribí en aquél cuaderno lleno de telarañas (literal) que el amor me daba asco. Me acuerdo ahora, que lo primero, era más bien, un grito un poco desesperado, y que lo segundo, deveras era cierto en aquellos días.

Ando de batalla en un desierto que me es medio conocido, lo cual explica por que en veces, sufro de constantes deja vus.
La contienda del momento se debe a que estoy cambiando...me cuesta trabajo aceptarlo pero es así: estoy cambiando.
A mí que siempre he odiado los cambios me llegó mi hora y estoy en desbalance total.Si ha de existir alguna ventaja en todo ésto es que yo no cambio muy seguido, y la desventaja correspondiente es que cuando lo hago...lo hago en gran medida.

Y bueno, me voy dando cuenta de que lo mejor es sentarme a esperar.

jueves, 8 de abril de 2010

Ganas de vomitar

mhmhmhmhmh (me aclaro la garganta y pruebo el micrófono con un "sí, bueno, bueno, probando")

Hace un rato, sentí ganas de vomitar, no tuve náuseas anteriores al suceso, por lo que las ganas me sorprendieron ingratamente.

Disponíame yo a guardar mi sudadera arrugada, la favorita, ¿ya saben?, la roja que tiene manchas en las mangas y el cordón desteñido, esa misma. ¡Bueno!, disponíame yo a guardarla cuando en el descenso hacia el último cajón, me asaltaron las ganas y tuve aquel espasmo repentino y desagradable de contraer un poco los hombros, jalando hacia adelante la quijada y cerrando los ojos (cómo si aquello, remediara algo). Guardé la sudadera favorita con toda la calma del mundo y pasé mi mano derecha por encima de mi boca.
Fué solo ese momento, y ya había pasado sin mayores contratiempos.

En un chispazo de locura, me coloqué en posición fetal sobre la cama y me arranqué sin pensarlo dos veces aquellas ganas de vomitar; he de decir, a vergüenza mía, que estaban bastante creciditas.

"bueno, y a ustedes...¿qué carajo les pasa?, no pueden andar por aquí así nada más subiéndoseme de repente, yo tengo cosas que hacer y asuntos en que pensar, no puedo andar con la vomitiva entre la cejas, ¿sí se dan cuenta de la inconciencia?, procuren mínimo avisar, ¡o ya de plano salir de tajo!, digo, ¡¡sí ya están ahí en la puerta, nada les cuesta empujarla, caray!!, hace un rato que terminé mi comida y fué de lo más sana, no tienen ni siquiera motivos para andar rondando mi estómago, ¿qué carajo les pasa?"

Cómo era de suponerse, las ganas de vomitar no respondieron. Esperé un largo tiempo en silencio, pensando en aquél momento odioso...

a lo lejos oí los primeros ruidillos de esa buena canción "everybody wants to rule"...
"es tu celular pendeja", me gritaron las ganas de vomitar, precipiándose entre mis ojos...


Justo cuando colgué...volvieron a mostrárseme gritando "¿sí te das cuenta de lo loca que estás?, te enojas con nosotras cuando eres tú la que nos trae a rastras cada vez que quieres saber algo de él y no lo consigues, éste amor que tú dices, te va a terminar matando...o al menos va a terminar uno de éstos días, con una de tus comidas, en el desagüe"

Me quedé en stand by...las ganas de vomitar tenían mensajes ocultos. Las ganas de vomitar se estaban portando más sensatas y coherentes que yo.


¿Qué les digo?...no ignoren nunca sus ganas de vomitar...tienen fama de traer enfermedades y bebés, pero las más de las veces, traen mensajes ocultos...a veces...son generosas y traen las tres cosas de una sola vez...