jueves, 10 de marzo de 2011

De camino

Ésta tarde, de camino a la biblioteca Vasconcelos, le puse mayor atención a la gente. Es decir, regularmente lo hago pero termino dispersándome, siempre encuentro algo que me desanima y prefiero mirar hacia las ventanas, mis uñas, el reloj que está en el tablero del microbús, en fin... siempre hay algo que mirar.

Pero ésta tarde no encontré nada que me molestara lo suficiente como para distraerme... eso, o mis niveles personales de tolerancia se encontraban altos. Quizá nunca lo sepa.
El punto es que hoy, viendo a la gente, vi a alguien diferente. Vi a una de esas personas que desde que nace, se sabe que es diferente. Todos los que la vemos, y tenemos la cordura adecuada ( más no la suficiente) podemos darnos cuenta. La vi largo rato, y si se dio cuenta, pareció no importarle demasiado. Supongo que ya está acostumbrada a que la miren y su benevolencia la obliga a no sentirse ofendida.

Me pareció bonita, pero incluso en su belleza, era diferente. Era fácil encontrarle uno que otro defecto, pero no por ello dejaba de ser bonita.
Seguro que la mayoría no piensa lo mismo que yo. A las personas les gusta lo común por que los hace sentir en sintonía. Lo que es común, casi por descontado, también es cómodo.

Veinte minutos duró mi camino y debo confesar que en más de una ocasión sentí la tentación de hacer lo que venía haciendo el resto de la gente. Pero fui lo suficientemente fuerte como para recordarme que aquello no estaba bien y que en ella, había más de mí de lo que ambas podíamos reconocer.