jueves, 15 de julio de 2010

De la vida y las montañas rusas

Dice Ronan Keating que la vida es una montaña rusa.
Debe ser por eso que últimamente me hace vomitar en cada oportunidad y estoy padeciendo más de lo que disfruto.
Ciertamente, estoy rodeada de aventureros amigos que aman dejar olvidado a su sistema nervioso en algún punto de la estratósfera mientras viajan sentados y dudosamente amarrados a su asiento en la montaña rusa.
Yo, por descontado no los entiendo y me parecen todos ellos una horda de ninjas suicidas.

No hay nada divertido en una montaña rusa. El tiempo se hace eterno y la normal y sana respiración brinca peligrosamente a la taquicardia. Los asientos parecen blandengues canguros con marsupios más desgastados y corroídos que la madera que le sirve de sostén a tan osado "juego mecánico". La gente grita desaforadamente y no controla sus emociones. Hace gestos que van de lo rídiculo a lo grotesco pasando por lo gracioso y deteniéndose en lo inusual. Suelen oírse las más atrevidas maldiciones y una que otra súplica....
Hay quien sale con una enorme sonrisa y un sentimiento placentero en verdad, otros más salen regurgitando el desayuno de la semana pasada y con la certeza de que es la última vez que se atreven a subirse, he mirado incluso, quien sale con paso firme y seguro, sonriente pero sereno...

Quizá Ronan Keating tenga razón y deba yo aprender a disfrutar las montañas rusas...coff coff...perdonen ustedes, quise decir: la vida.