lunes, 23 de agosto de 2010

De los momentos y la vida

Dice mi amiga la marpoza que no todo puede ser tan malo en nuestras vidas, que siempre debe haber un equilibrio y que así como pasan cosas malas...malotas....malísimas.... también, en algún momento, un número exactamente igual de cosas buenas nos sucederá.
Fue corto su mensaje pero me hizo mover redes neuronales que ya empezaban a llenarse de óxido.

Por un momento muy largo, no me había dedicado a otra cosa que no fuera pensar en todas las desgracias que me han acontecido en los últimos meses, y olvidándome de los muchos motivos que tengo para sonreír, recargué mi energía en inventariar las pérdidas y en recordar todo aquello que me hizo feliz y que ahora, en su ausencia, sólo servía para torturarme.

Sin saberlo, mi amiga la marpoza me dió el último empujón para despertar del letargo. Me hizo recordar que la vida es un pic-nic, una tómbola, un montaña rusa....y que hoy estoy abajo pero que mañana, con la misma intensidad....estaré arriba y que mientras eso sucede, debo empezar a respirar profundo, debo empezar a dar un paso detrás del otro para llegar poco a poco y por mí misma...un poco más arriba.

Y lo mejor de todo...me hizo recordar que no estoy sola....y que como AA rehabilitada, puedo mirar a mi lado y encontrarme con ella y con ustedes y dar un paso a la vez....
Sólo por hoy.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Del crecimiento y las labores.

Estoy a punto de volver a la escuela, en muchos sentidos es un momento lleno de cambios: el último año de la carrera, la permanencia en el servicio de prácticas durante un periodo de tiempo considerablemente largo y con múltiples responsabilidades nuevas.
Hace bastante tiempo que no sentía tan vertiginosa la corriente de cambios, ni siquiera cuando entré al primer semestre en la Normal.

El último año de la carrera estará aderezado con muchos y tremendos cambios emocionales que cociné durante todo el verano...incluso, desde un poco antes. Es quizá esa la razón por la que miro todo un poco más grande de lo que es, miro todo un poco más estrepitoso de lo que es.

No voy a hablar aquí de corazones rotos y lágrimas frías y solitarias. Que todo lo que ya he dicho sobre el tema les sirva de preludio para permitirme el atrevimiento de hablar de mi propio crecimiento.

Es curioso pero yo para crecer, primero tuve que romperme. Me hice agua y mis corrientes fluyeron a su gusto y mi disgusto. Me hice arena y el más mínimo suspiro esparcía mi delicada corporeidad por todos los rumbos.
Y si....en efecto, me rompí después de haberme caído.
Que cruel eso de que en la vida tengamos que aprender a base de golpes extremadamente duros; esa situación me hace dudar de la capacidad de raciocinio del ser humano....sin un efecto grande, devastador y que deje pruebas...nada más no aprende....y no crece.

Pero bueno, ¿en qué estábamos? ¡oh! cierto. Pues sí....yo me caí igual que tantos y tantos incautos en éste mundo, el problema -y bastante grave por cierto- es que no me rompí en el momento, si no poco a poco. Como cáncer con metástasis me fui rompiendo un poco cada día; no voy a cometer la barbaridad de comparar ambos dolores por que los seres humanos tenemos cierta fijación a considerar los dolores físicos como temibles e inequiparables.
Pero dolía...vaya que dolía...con vómitos y toda la cosa.
Siempre pensaba (positivamente por supuesto) que ya no podía romperme más y de pronto...un trozo de mi cara, mis rodillas, mis manos o mi pecho caía y se reía de mí.
Fue terrible. El episodio más triste de mi vida. Algunas fibras cardiovasculares todavía se sacuden cuando lo escribo.

Después de un tiempo razonable, me tomé la paciencia de sentarme a la mesa en mi silla favorita, puse buena música y me serví una generosa taza de café con leche; en varias cajas de madera puse etiquetas autoadheribles: "cara" "pecho" "rodillas" en fin... y una por una fui acomodando las piezas en la caja correspondiente.
Hecho ésto, caja por caja, vacié las piezas sobre la mesa y comencé a darles forma. Hubo faltantes, hubo piezas con quebraduras y pedacitos desaparecidos....hubo la necesidad de crear piezas nuevas y resanar las dañadas.
En más de una ocasión tuve que llamar pidiendo ayuda y afortunadamente, también hubo más de una mano solidaria. Hubo momentos de desesperación en los que abandonaba mi labor y temí desertar de ella, hubo incluso, días en los que deshacía lo que ya había construido.
Pero también hubo días en los que me sentía muy valiente -cada vez un poco más- y armaba de una sola sentada un gran conjunto de piezas...había amigos, había momentos, había helado de limón...

Es increíblemente difícil eso de andar armándose a uno mismo pretendiendo seguir con los quehaceres cotidianos y las charlas diarias....pero no es imposible....


lunes, 2 de agosto de 2010

El club

Hola. Mi nombre es Paulina VL, tengo 21 años y soy un corazón roto.

Recuerdo claramente como fue que todo empezó, yo como la mayoría de ustedes, pensaba que ésto era inofensivo. El 8 de octubre del año pasado... ese día lo conocí completamente por que la verdad es que ya lo había probado antes.
Yo lo controlaba, no me hacía ningún daño, al contrario, yo sentía que volaba y que era lo mejor que me había podido ocurrir, poco a poco, fue ganando más tiempo entre todas mis ocupaciones pero a mí no me importaba. Yo era feliz.

Ya para enero estaba hasta el cuello, ya era una dependiente, y ahora que se los platico a ustedes, todavía me duele y me vuelve la ansiedad por tener un poco más.
Yo le dedicaba todo mi tiempo y siempre le tuve en un lugar privilegiado y a finales de abril simplemente lo vi caminar, alejándose de mí.
Ese día me convertí en un corazón roto e inútilmente traté de arreglarme yo solita....

Finalmente vine a dar aquí, movida por la esperanza y el presentimiento de que había más personas como yo. Gracias por escucharme.