domingo, 23 de enero de 2011

Clementina

Hoy no puedo hacer más que llorar. De todas las personas puedo tolerarlo, soportarlo e incluso, acostumbrarme a ello. Pero no de tí.
Nos vamos a terminar matando la una a la otra y habrá ganado la que muera primero por que la culpa se comerá lo que quede de la otra.

Clementina: abre tus ojos y mírame ahora. Ve lo que has hecho de mí. Reconócelo y vete, como siempre lo haces, huye si así lo prefieres, pero déjame saber que al menos, te has dado cuenta de que todo es por tí.

martes, 4 de enero de 2011

La fiebre y sus amenazas

Anoche me fuí a dormir con la voz de Cerati que se ha vuelto una terrible obsesión.
La voz de Cerati me llevó a pensar en un joven de mediana estatura con cabello rizado caminando hacia mí y mi acompañante enfundado en una chamarra de cuero. El joven de cabello rizado y chamarra de cuero me llevó a pensar en otro joven, en uno más alto y extremadamente delgado que lo mismo me sonríe que me regaña y me abraza. El joven alto me llevó a pensar en una niña de coletas sentada en una banqueta platicando con un niño tímido y callado. Ambos niños me llevaron a pensar en una temerosa clase de catequesis en una casa habitación oscura. La clase de catequesis me llevó a pensar en una iglesia de pueblo con el atrio lleno de pasto y aves. La iglesia y su atrio me llevaron a pensar en una quinceañera con vestido lila, sonriente y hermosa como nunca en su vida. La sonriente quinceañera me llevó a pensar en la pintura nocturna de un bosque y la imposibilidad de transportarlo debido a su tamaño. El tamaño del cuadro me llevó a pensar en una tarde lluviosa y en un grupo de jovencitas de secundaria mojándose a media calle. La lluvia y las jovencitas me llevaron a pensar en la fachada de una casa rústica y acogedora. La fachada de la casa me llevó a pensar en un joven alto y bien parecido resguardando cuadros en la sala de su casa. El joven, me llevó a pensar en una niña llorando con la cara hundida en el pecho de una señora que por todos los medios trataba de distraerla de la aguja que se aproximaba peligrosamente a su brazo.
La niña y la señora me hicieron pensar en mí y en mi miedo.
De manera egoísta terminé pensando en mí y en mi miedo a las ausencias. Dios sabrá los caminos que toman mis recuerdos para aterrizar en mí después de haber viajado por incontables escenas.
Y pensar que todo comenzó con la voz de Gustavo Cerati.

domingo, 2 de enero de 2011

Fin de año

Apenas creo que el 2010 dejó caer su día 365.
Ahora vengo a recordar lejano y polvoriento el pasar del tiempo en ese veinte diez que me pareció tan prometedor, tan lleno de cosas buenas y dulces, cosas rosa pastel... y que terminó siendo un año lleno de duros tropiezos y de lecciones sangrantes.

Se acabó el año del bicentenario y del centenario, año de los dos sucesos más importantes de la historia nacional. Y como México festejaba su Independencia y su Revolución, no podía yo, menos que unirme a ésta gran celebración, emulando lo acontecido hace tanto.
Comencé la hazaña con la mínima diferencia de que yo primero inicié una extenuante y dificultosa Revolución para pasar después a firmar los tratados de Independencia.

No haré recuentos de pérdidas ni nombraré todos los inmuebles que cayeron en calidad de cenizas tras haber explotado, tampoco pediré minutos de silencio por todas aquellas gotas de agua salada y glóbulos rojos que gastaron sus vidas y dieron su último suspiro en los desolados y siempre secos campos de batalla.
No hablaré sobre nuestras derrotas, ni sobre el enemigo, tampoco hablaré de las veces que sin fuerzas y con heridas mortales me dejé caer de bruces sin importarme absolutamente nada.

Eso, ya es historia y aunque mi dolorosa memoria guarda las escenas con recelo, la palpitante esperanza que me llega en forma de mensaje texto, de llamada, de caramelo, de canción, de intermitente luz naranja en mi pantalla, me recuerda que la historia no es preciso repetirla a diario, me recuerda que basta con honrarla, dándole su lugar en los cimientos y no en las emergentes ramas.
Me recuerda mi victoria y mi despertar...y por supuesto, me recuerda, que no estuve sola.

Se acabó...se acabó el veinte diez....