Ayer llegué a la sala de espera con mi pequeña maleta y mis lentes de caricatura.
"Ésto es un sueño, en la vida real yo no uso lentes oscuros porque pues...no veo"
No había mucha gente en la sala, pero ese es un dato que viene siendo irrelevante y completamente natural si recordamos que ésto es un sueño.
-Señorita Vargas, acompáñeme- oí decir a una mujer alta y esbelta que apenas me miró y yo pues...hice lo que me pidió: la seguí a unos diez pasos por detrás.
-Éste es su uniforme y ahí esta su avioneta, recuerde que solo es el vuelo de prueba y no hay nada que temer-
¿Qué podía pasar si todo ésto es un sueño? Me puse el uniforme con el que me veía un poco temeraria y también un poco fuera de época: pantalones color arena con bolsas múltiples, zapatos del mismo color, blusa blanca sin mangas y mis lentes de caricatura; me subí a la avioneta y no tuve ni siquiera vértigo. Se sentía bien, a decir verdad.
-¡¡Tome el volante señorita Vargas!!, ¡¡Debe dar vuelta a la llave!!- me gritó la mujer esbelta que ya no se veía tan alta desde el asiento principal de la avioneta.
Levanté mi pulgar derecho y se lo mostré con una sonrisa chueca; en seguida tomé el volante con la mano izquierda y con la derecha dí vuelta a la llave. El motor de aquella pequeña avioneta comenzó a traquetear y las llantas empezaron a girar más rápido de lo que hubiera querido.
Todo ésto no es más que un sueño, un vuelo de prueba en un sueño.
En menos de dos minutos yo ya estaba volando aquella avioneta. Fue sencillo; era un sueño al fin y al cabo.
Dí algunas vueltas y me sudaron las manos al ver lo lejos que estaba de la sala de espera. Sentí el aire en mi rostro y ninguna gota de brisa empañó mis lentes de caricatura.
Todo salió bien, un vuelo de prueba digno de un buen sueño.
Logré aterrizar a unos metros del lugar de despegue y es que bueno, no todo podía ser posible aún siendo un sueño.
Descendí de la avioneta y comencé a sentirme mareada, no vi a la mujer esbelta por ningún lado y tampoco tenía mucha idea de donde buscarla.
El mareo se hizo considerablemente más intenso y logré sentarme antes de caer desmayada porque eso hubiera sucedido. Es un sueño y puedo adivinarlo.
Sentí que alguien me sacudía tomándome por los hombros y abrí los ojos esperando ver a la mujer esbelta a través de la negrura de mis lentes de caricatura, pero no.
Lo que vi fue la claridad del rostro de mi maestra, de mis maestras, todas ellas en una sola.
-"Toma el volante y gira la llave Paulina, éste es el bueno"- dijeron ellas al unísono y supe que no era más un sueño, mucho menos un vuelo de prueba.
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